LA GLORIA SERÁ ETERNA

Se cumplen 34 años de la primera Copa Libertadores ganada por River Plate bajo la lluvia adorada que mojó el Monumental.

Eran otros tiempos y era otra la historia, River y la Copa Libertadores de América parecían dos extraños que caminaban por veredas diferentes por la vida. Sin embargo, aquella noche lluviosa del miércoles 29 de octubre de 1986, fue por fin el gran encuentro. River Plate se consagraba Campeón nada más y nada menos que de la tan deseada y esquiva Copa Libertadores.

Atrás quedaban los malos recuerdos de las frustraciones, ahuyentados los fantasmas de las finales perdidas porque River se había convertido en el nuevo Campeón de América. Dos fueron las veces que habíamos estado muy cerca. La primera fue en 1966, se nos escapó por poco, en un recordado tercer partido frente a Peñarol en el Estadio Nacional de Santiago de Chile, donde caímos 4-2, tras estar en ventaja de dos goles arriba. Luego en el `76, diez años después, el verdugo fue Cruzeiro también en instancia de desempate y en el mismo terreno neutral.

Pero esta vez, no se iba a escapar la tan deseada copa, y nos encontrábamos en otro año que terminaba en 6, por disputar una nueva final. Sin embargo, esta vez fue distinto, nos aferramos como nunca a esta chance, y fue así como nos convertimos campeones, indiscutidamente el mejor equipo del torneo. Habíamos avanzado con comodidad en la fase de grupos, con un rendimiento casi perfecto, de los seis partidos que disputó River, ganó cinco y solo empató en el debut ante su eterno rival Boca Juniors en la Bombonera 1-1. Y pensar que ese partido tuvo lugar apenas once días después de la consagración de Argentina en el Mundial de México 1986 cuando todavía el país celebraba la hazaña.

Los demás equipos que integraban la zona fueron Peñarol y Montevideo Wanderers, que hicieron poco ante un MIllonario que sabía a la perfección lo que tenía que hacer dentro del campo y que había ganado el torneo local por más de diez puntos de diferencia. Y a pesar que de aquel conjunto campeón de la temporada 1985/86 ya se habían marchado Luis Amuchástegui y nada menos que Enzo Francescoli, su figura más rutilante. Los reemplazos que había encontrado Héctor “Banbino” Veira fueron cien por ciento efectivos: Antonio Alzamendi y Ramón Centurión. Ambas modificaciones hicieron cambiar el funcionamiento del equipo haciéndolo más agresivo en sus ataques y contragolpeador.

Para el grupo de semifinal estaban esperando Barcelona de Ecuador y Argentinos Juniors, que era el campeón defensor. River lo visitó al inicio de la fase donde igualaron en cero. Luego se impuso en Guayaquil 3-1, donde el técnico Veira decidió poner como titular a Néstor Gorosito, para que abasteciera a los piques de Alzamendi y Centurión, que de hecho fueron incontenibles para la última línea rival. Lejana quedaba esa goleada 4-1 ante el mismo rival en el Monumental, encuentro en el que se produjo el debut de quien sería una figura decisiva en esta historia de River: Juan Gilberto Funes.

Tan solo debía igualar en el último partido como local ante Argentinos Juniors, que ya había perdido su encuentro ante el conjunto ecuatoriano. Con eso le alcanzaba al Más Grande para ser finalista. Sin embargo, en ese partido se vio el peor River del certamen y sufrió la única derrota. Así es, el Millonario se vio superado por un equipo que desarrolló lo que mejor sabía hacer y era jugar de forma ofensiva aprovechando a sus tres delanteros José Antonio Castro, Claudio Borghi y Carlos Ereros.

El resultado fue 2-0 y todo se iba se debía resolver una semana después en un desempate en campo de Vélez Sarsfield. Una vez más, el club de Nüñez no pudo superar al de La Paternal, pero ese reñido y nivelado 0-0 les dio el pasaporte al último cotejo decisivo, además, por haber marcado más goles durante la zona semifinal.

Llegó la noche tan deseada del 22 de octubre, el estadio Pascual Guerreo de Cali presentaba un aspecto imponente, como el de una caldera. El estadio, estaba repleto y la recaudación que tuvo el conjunto colombiano superó el medio millón de dólares. América de Cali quería desahogar sus penas de la Copa perdida el año anterior, pero River estaba dispuesto a dar su vida por no dejarla ir. Iban 23 minutos, cuando Funes, por primera vez titular, abrió el marcador con un violento disparo cruzado y apenas 180 segundos más tarde, fue Norberto Alonso, con un tiro bajo, tras la habilitación de Alzamendi, quien puso el 2-0. Y cuando iniciaba el complemento, Roberto Cabañas descontó para el conjunto colombiano. Los “rojos”, luego del descuento se atrincheraron en campo rival con masivos ataques, sin embargo, la defesa sólida compuesta por el triángulo Pumpido-Gutiérrez-Ruggeri, bloqueó todos los caminos. River se trajo una gran victoria a Buenos Aires.

El gran día había llegado, el Monumental se encontraba vestido con un colorido Rojo y Blanco, desbordado de gente, de pasión, de ansiedad y de deseo. Eran tan solo 90 minutos lo que lo separaba del gran sueño. El primer tiempo, tal vez no era lo que se esperaba, o tal vez los años de frustraciones, hicieron que sus futbolistas estuvieran algo nerviosos, llenos de imprecisiones y con un oponente que supo como marcar a Héctor Enrique y Alonso. Y para colmo, cada pelota que caía en los habilidosos pies de Willington Ortíz, era un calvario, no solo para la defensa Millonaria sino también para los hinchas. Recordemos que Ortiz, se había convertido en el verdugo de 1981 pero con los colores del Deportivo Cali, en una traumática eliminación del conjunto argentino.

Lo mejor que podía pasarle al conjunto del “Bambino” Veira era el descanso. El entretiempo serenó al equipo argentino que salió con otra actitud, y fue a los 68 minutos que tuvo su premio: el gol llegó gracias a una gran media vuelta y a pura potencia de Juan Gilberto Funes, donde la pelota terminó en la red de Falcioni. El grito no solo fue un grito de alegría, sino también desahogo por todos esos años de festejos ajenos e ilusiones truncas.

El reloj avanzaba al ritmo de la lluvia que caía sobre El Monumental. Y tras un duro encuentro el árbitro pitó el final. Los jugadores se abrazaron, Veira ingresó al campo y de rodillas al cielo agradeció la conquista. Por primera vez en la historia River se consagraba Campeón de América. Ahora River también pasaría a sentarse en la mesa de los grandes del continente, ahora también River se transformaba en rey de América.