
El exitismo y las comparaciones en Argentina son moneda corriente. Pasa en casi todos los ámbitos de nuestra vida y en el fútbol en particular, ese “casi todos” tiene un protagonismo preferencial.

Ganar o perder, nos cambia el ánimo. Ganar nos lleva a la gloria, a la sonrisa y al buen humor. Perder nos lleva a acaloradas discusiones, a la cara de pocos amigos y al fastidio. Ganar nos lleva a enaltecer a unos. Perder nos lleva a mandar a otros al mismísimo infierno. Pasión en estado puro. Sin términos medios. Es la radiografía habitual de este deporte que tanto genera a través de los colores de la camiseta que abrazas desde pibe, y que seguramente en la mayoría de los casos se da por herencia familiar. La pelotita pega en el palo y entra…todos felices. La pelotita pega en el palo y se va…todos amargados.
Obviamente que el hincha de nuestro amado River entra en esas generales de la ley. Inclusive hasta se puede vislumbrar que el ADN de las nuevas generaciones que acompañan al “millo” le han agregado una cuota mayor de fanatismo –que bien entendida- es espectacular. Al respecto… ¿A qué simpatizante del “Millo” no le da gusto y también orgullo ver como explota de fervor y color el Monumental en cada jornada futbolera?
Exitismo y comparaciones que no ayudan
Aun entendiendo y aceptando esa pasión que casi nos controla de pies a cabeza a la hora de vivir y respirar fútbol, está bueno que los hinchas de la “Banda Roja”, evitemos más allá de circunstanciales resultados, tomar partido por un pasado reciente de mucha gloria y un presente que da sus primeros pasos.
Marcelo Gallardo y Martín Demichelis son producto de esa rica cantera que a River lo llevó a construir casi 122 años de gloria y que seguramente seguirá gestando en los siglos venideros. De la mano del “Muñeco” recorrimos un camino pletórico de triunfos y grandeza que llegó a su máxima expresión en Madrid, aquel 9 de diciembre de 2018. Ganamos ese día la final más soñada del Mundo. Será la Copa eterna alcanzada en el Bernabéu. Y él estará eternamente en nuestros corazones. Un ciclo maravilloso de poco más de 8 años que la historia lo pondrá en el sitial más encumbrado.
Hora de mirar para adelante
Recordarlo y evocarlo es lógico y no por eso debe ser interpretado como algunos pretenden –ingenuamente o deliberadamente- que se trata de empañar el incipiente camino que está construyendo el flamante DT desde hace poco más de seis meses. Un comienzo que muestra al equipo en un sólido liderazgo con muy buenos rendimientos en torneo local –incluyendo una gran victoria sobre Boca- y cierta incertidumbre en el plano internacional, particularmente después de la derrota en Brasil.
Al margen de esta coyuntura, el tiempo es quien nos dirá el lugar a ocupar en las páginas por venir del “River de Micho”. Ojalá nos cuente en un futuro no muy lejano que estuvo y estará lleno de éxitos y alegrías. Pero en el mientras tanto de nada sirve el “exitismo de la Michoneta”…ni las “comparaciones con el ciclo del Muñe”. En el mientras tanto de nada sirve convertirse en “Las viudas de Gallardo”… ni en “Las esposas de Demichelis”.