Editoriales Por: Germán Balcarce 12/09/2022

Por qué River perdió el Superclásico

Las razones de la caída frente a Boca, el análisis de la estrategia de Gallardo y los motivos para

Las razones de la caída frente a Boca, el análisis de la estrategia de Gallardo y los motivos para creer que es posible luchar por el título en la Liga Profesional.

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Aunque se trate de una columna de opinión, no me gusta escribir en primera persona. Sin embargo, necesito hacerlo en esta introducción para que los lectores sepan desde qué terreno de la subjetividad doy mi punto de vista: respaldo completamente a Marcelo Gallardo. Y no, no esperen un pero porque sigo confiando plenamente tanto en él como en su cuerpo técnico, también merecedor de elogios. Por supuesto que el Muñeco se equivoca, él mismo lo admitió. Es humano, a pesar de que su figura en River sea tan grande que a veces parezca dueño de cualquier poder imposible de explicar a través de las palabras.

Con lo expresado en el párrafo anterior de ninguna manera le resto crédito a quienes consideran que se equivocó con el planteo porque me parece completamente válido. De hecho, si quiero hilar fino, puedo pensar que los tres cambios para el segundo tiempo obedecen en parte a una suerte de autocrítica desde las decisiones, pero también es cierto que el propio DT, a siete días del Superclásico, en la conferencia de prensa me respondió que imaginaba que podían darse varios partidos dentro del mismo partido. Y si tengo en cuenta que luego de la caída en la Bombonera reveló que planificó un equipo para el primer tiempo y otro para la segunda parte, sabiendo que con aciertos y errores Gallardo es coherente entre lo que dice y lo que hace, debo creer que realmente lo pensó de esa forma más allá de que tanto el resultado como el funcionamiento fueron adversos.

Las decisiones de Gallardo en la formación del equipo

Aclarado todo eso, surge la pregunta ineludible, ¿hubo errores de Gallardo en la elección del dibujo táctico y los jugadores? A priori, da la sensación que sí. Pero también es fácil hablar con el resultado puesto. ¿Quién no se entusiasmó cuando vio la formación? ¿Quién no soñó con una versión arrolladora de River en pleno territorio rival? Si hasta en un grupo de Whatsapp un amigo con cierto grado de puntería, avisó "hoy les pintamos la cara". Nada más alejado de la realidad, finalmente, habida cuenta del flojo rendimiento a nivel colectivo e individual.

Aun así, es imposible no imaginar qué hubiera pasado si el cabezazo de Emanuel Mammana a los seis minutos abría la cuenta en la Bombonera. Seguramente se hubiese presentado un desarrollo muy favorable, acorde a las expectativas de MG, ideal para lastimar con espacios con tres jugadores muy desequilibrantes como Matías Suárez, Pablo Solari y Juan Fernando Quintero, cuyas titularidades dependían de una cuestión netamente estratégica: apostar a sus virtudes para obtener la ventaja y luego utilizar las modificaciones para hallar peso ofensivo con piernas frescas.

El punto débil de River

Claro que no sirve de nada evaluar situaciones hipotéticas. Fue un partido que tenía como destino el empate en cero o apenas un gol, como terminó sucediendo. Podría haber sido para River con aquella acción mencionada al principio, pero terminó siendo alegría de la otra vereda en una circunstancia de similares características: tiro de esquina y la vía aérea como recurso para lastimar. Acá es necesario detenerse en un punto débil recurrente: la filosofía futbolística de El Más Grande no tiene como premisa la búsqueda de los tres puntos mediante una jugada de pelota parada, aunque sí es imprescindible revisar ese asunto para dejar de resignar puntos sistemáticamente a raíz de ese camino.

Cualquier análisis siempre estará condicionado a lo que no se puede observar de las prácticas y a la ausencia de conocimientos sobre las charlas técnicas. A excepción de momentos ocasionales, es difícil saber qué pedidos puntuales hizo Gallardo, pero quedó en evidencia que su intención era concederle la salida a Boca y presionarlo después del primer pase para recuperar la pelota cerca del medio campo y tener espacio para pisar el área con claridad, un escenario que se presentó en algunas oportunidades sin la precisión necesaria en el pase ni la suficiente presencia de la dupla atacante para ganar en los duelos individuales contra Nicolás Figal y Marcos Rojo, los marcadores centrales de Boca. Más que el plan, falló la ejecución. La premisa era interesante, tenía fundamentos.

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La falta de ideas del Millonario

River no solo quedó en deuda al cabo de la etapa inicial, cuando al menos el marcador estaba en cero, sino principalmente en la segunda parte. No supo qué hacer con la pelota. Careció de lucidez. Sostuvo el enorme grado de imprecisión. Estuvo incómodo y tampoco logró imponerse en los balones divididos. Los ingresos de Agustín Palavecino y Lucas Beltrán ofrecieron una cuota de esperanza, brindaron criterio para manejar los avances, aunque a esa altura Boca ya estaba 1-0 y buena parte del equipo continuaba envuelto en las malas decisiones -Esequiel Barco, el principal exponente- sumadas a la ineficacia a la hora de buscar un compañero.

Semejante cóctel, en un partido de trámite peleado, repleto de infracciones y con pocos disparos, al punto tal de que River estuvo 58 minutos sin rematar -preocupante al tratarse de un deporte que mide sus resultados por goles-, desencadenó en que el cabezazo de Darío Benedetto alcanzara para definir la tarde. La bronca permanece latente. El equipo dejó atrás una interesante racha de siete presentaciones invicto. Tiene que barajar y dar de nuevo, sin la posibilidad de tener como variante a Quintero ni Rodrigo Aliendro, lesionados.

¿La responsabilidad de Gallardo? Seguramente en la elección de los intérpretes y en dar un volantazo cuando los partidos previos mostraban cierta estabilidad en la formación. Sin embargo, es fácil decirlo ahora. La historia podría haber sido diferente. Más de una vez en estos ocho años el DT acertó con alineaciones inesperadas. La diferencia radica en que tenía futbolistas asentados, conscientes de la metodología de trabajo e inteligentes para ejecutar cada planificación. Hoy, aunque cueste creerlo, existe una transición: muchos jugadores deben consolidarse al mismo tiempo que otros no dan la talla.

¿El River de Gallardo puede ganar otra Liga Profesional?

A pesar de todo, River está cinco puntos de Atlético Tucumán, el líder. ¿River juega bien? No. ¿Es un desastre? Tampoco. ¿Puede salir campeón? Sí, más por descarte en un torneo irregular que como consecuencia de méritos propios. Está a tiempo. Debe reencontrarse urgente con el triunfo. De mínima debe conseguir cuatro de los próximos seis puntos para pisar fuerte. De cara a lo que viene en la Liga Profesional, Gallardo no solo debe trabajar minuciosamente el aspecto futbolístico, sino también el anímico. La caída contra Boca puede servir de aprendizaje para tener un parámetro ante una posible semifinal de la Copa Argentina. Y si el equipo conquista la Liga Profesional, en el Trofeo de Campeones. Parece una utopía, pero de ninguna manera lo es. En poco más de un mes, sabremos hacia dónde se perfila esta película.

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