El último clásico: la corbata, Julián y un paso al título

Los Superclásicos siempre son partidos aparte que marcan para bien o para mal. El último jugado en el Monumental el pasado 3 de octubre no fue la excepción. Aquel " target="_blank" rel="noreferrer noopener">triunfo 2 a 1 de River sobre Boca significó mucho más que una simple victoria, fue la consolidación de una estrella, el partido bisagra para ganar el título y la emoción de ver a Marcelo Gallardo representar con una corbata, e ideológicamente, al máximo ídolo del club: Ángel Amadeo Labruna.

En estos partidos lo emocional juega un papel fundamental, aunque no decisivo. Sin embargo, cuando el técnico riverplatense salió al estadio -con gente por primera vez post pandemia- con la corbata de Labruna una bocanada de confianza inundó a los hinchas de River. Hasta se podría decir, que fue el primer gol del encuentro.

Por otro lado, estaba la expectativa de ver que ocurriría con la gran promesa de los últimos tiempos: Julián Álvarez. Si bien hace rato venía en un gran nivel, y ya le había marcado a Boca, se esperaba que tenga ese partido consagratorio ante el máximo rival. Y casi como si lo hubiera soñado, se despachó con un doblete para alzar sus manos en Modo Araña y que la gente coree su nombre.

El último Superclásico: una catapulta al título

Este conjunto de emociones que finalizaron con un equipo aplastando a su rival, que prácticamente no tocó la pelota en el segundo tiempo, mientras la gente gozaba cantando "Olé, olé, olé" en cada pase fue la catapulta al título. Es cierto que River ya venía bien y era el gran candidato, pero después de semejante triunfo, y aunque varios no lo dijeron por cábala, casi que no quedaban dudas.

Luego de esa victoria, la corbata de Labruna renació siendo utilizada por el mejor representante que tuvo el club después de Ángel. La Araña picó más fuerte que nunca y el campeonato quedó mucho más cerca. Los Superclásicos marcan, esperemos que el de mañana tenga un desenlace similar.