Qué distintos somos

El triunfo de River en el Superclásico expuso una vez más el contraste que hay en la filosofía

Editoriales08/05/2023Germán BalcarceGermán Balcarce

El triunfo de River en el Superclásico expuso una vez más el contraste que hay en la filosofía futbolística entre un equipo y otro. Desde la propuesta para buscar los tres puntos hasta la manera de asimilar un resultado adverso.

Qué distintos somos. A medida que pasan los superclásicos, la distancia cada vez es mayor. No pasa por el historial ni los resultados ocasionales, sino por las formas de plantear los partidos y los comportamientos ante una derrota. Mientras River sostiene su filosofía futbolística más allá de los matices y circunstancias, Boca exhibe una postura muy temerosa cuando tiene que visitar el estadio Monumental. Con esto deja en claro que después de la final de Madrid se siente inferior, tenga al técnico que tenga, como si no se tratara de un duelo entre los dos gigantes del fútbol argentino. Y aunque el deporte más maravilloso a veces logra que un resultado maquille situaciones, el triunfo 1-0 de River ayer resumió en buena parte el contraste que a esta altura es indisimulable

No hace falta detenerse demasiado en la evaluación del partido en el que River fue claramente superior a su rival de toda la vida. A pesar de que el gol llegó a través del penal cuando iban 92 minutos, el equipo que dirige Martín Demichelis -totalmente acertado al sostener la base sin dejarse llevar por el golpe recibido en Brasil- siempre buscó el arco de enfrente con la convicción de que podía quedarse con los tres puntos. Al mismo tiempo Boca apostaba a conservar el cero y ver cómo lastimaba con algún contragolpe o apelando a una pelota parada, como si se tratara de un conjunto chico sin recursos ni armas para plantarse de igual a igual.

Diferencias en todos los aspectos: las claves en el triunfo de River en el Superclásico

La diferencia de propuestas no se puede cuantificar más que en situaciones de gol, pero quedó expuesta en el balance general del encuentro. Y no sólo pasó por lo táctico, técnico y estratégico, sino también en la manera de comportarse. El festejo irrespetuoso de Agustín Palavecino, provocando a los jugadores visitantes, es inadmisible (entiendo que muchos disfruten de la bronca en la vereda opuesta, pero piensen qué sentirían si el festejo desmedido hubiera sido a la inversa como tantas veces ocurrió), aunque eso de ninguna manera exime de culpa a un plantel de Boca que se caracteriza por ser el club de la pelea cada vez que pierde un duelo relevante.

Los jugadores de Boca lograron que se armara un escándalo tras una acción de Palavecino que simplemente se solucionaba con la sanción del árbitro Darío Herrera. Sin embargo, como sucedió en sus caídas ante Atlético Mineiro, Racing y varios clubes más, optaron por hacer un papelón en el estadio Monumental. Esto con unos 85.000 testigos presenciales y millones desde televisores, computadores y celulares. Al entrar en el terreno de la comparación basta con repasar los golpes que sufrió River en duelos de eliminación directa. Allí las pulsaciones también eran aceleradas, para darse cuenta que ni siquiera en los dos mano a mano recientes hubo reacciones de malos perdedores.

El Más Grande no se excusa

Tampoco el mundo River vive haciendo un circo mediático cuando un arbitraje es perjudicial. El foco está en puesto en seguir creciendo, en continuar evolucionando con una idea de juego que se construye desde las Divisiones Inferiores. Esto además del trabajo y la manera de inculcar determinados valores. Sabiendo que por supuesto siempre habrá algún acto individual que se salga de la línea, pero sin que despierte un efecto contagio que termine en un tumulto.

¿Qué hubiera pasado si Gonzalo Montiel y sus compañeros elegían pelearse con Darío Benedetto después de su burla en el estadio Santiago Bernabéu? Lejos de que se armara una gresca generalizada desencadenando consecuencias inimaginables en el partido más tenso de la historia del Superclásico, donde realmente se jugaba a todo o nada, River redobló esfuerzos, se sobrepuso a un arbitraje tendencioso del que llamativamente poco se dijo en los medios y terminó logrando un triunfo que significó la mayor alegría de todas y con sus jugadores consolando a sus pares de Boca ante los ojos del mundo. Fue un quiebre de un lado y del otro. A partir de ahí, al margen de ganar, empatar o perder, quedó en evidencia qué distintos somos.

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