¿En qué se puede creer?

Todavía permanece latente el estado de shock. Posiblemente ni el más pesimista de los hinchas de River imaginaba una caída por tres goles y sin generar situaciones claras ante Atlético Mineiro, pero sucedió. No fue un espejismo. Tampoco se trata de un baño de realidad porque a nivel defensivo había motivos para tener serenidad. Aclarado eso último, es imprescindible reconocer que la parte ofensiva despertaba inquietudes, al punto tal de que hoy la estadística señala que el segundo ciclo de Marcelo Gallardo registra menos de un tanto a favor por presentación: 13 anotaciones en 14 compromisos.

River fue completamente superado por Atlético Mineiro en Brasil. Aunque hubo algunos minutos del segundo tiempo que ocasionaron entusiasmo al manejar la pelota tras una etapa inicial donde era un monopolio local amparado en la ventaja, llegaron el segundo y el tercer gol casi en un abrir y cerrar de ojos para romper la serie. Entre las virtudes rivales y las distracciones propias, ajenas a una semifinal de Copa Libertadores, el resultado fue tan exagerado como duro y prácticamente irreversible.

Dura derrota de River ante Atlético Mineiro en Brasil

Hoy cuesta creer en una hazaña. Es una utopía porque River tiene dificultades para hacer goles y carece de un funcionamiento aceitado del medio hacia adelante. Entonces, para modificar el rumbo debería haber una actuación aislada a las últimas exhibiciones del equipo. Al mismo tiempo, Atlético Mineiro se muestra convencido de su idea de juego, alimentada por el triunfo en Belo Horizonte y un presente que lo tiene como finalista de la Copa de Brasil. 

Como dijo Gallardo, River debe "hacer un partido perfecto" en la revancha. Es la única fórmula dentro de un contexto normal. Sin embargo, el fútbol siempre tiene un margen para la sorpresa. Es capaz de ofrecernos circunstancias totalmente impensadas. Y en este momento da la sensación de que para imaginar a River en la final hay que hallar un escenario aislado a las realidades opuestas que se vieron anoche. Tal vez un penal a favor que termine en gol y previa expulsión de un jugador visitante antes de los diez minutos para reanimar la serie en el estadio Monumental. Puede ocurrir, no es imposible. De ninguna manera se trata de plantear una situación probable, sino de evaluar qué debe pasar para que el equipo del Muñeco tenga la oportunidad de dar pelea y, más allá del desenlace, termine con aplausos en lugar de reprobaciones.

"Nada es imposible, tenemos que hacer el partido perfecto"

A lo único que podemos aferrarnos con sensatez en este momento es a la esperanza de motivarnos cuando el próximo martes comience la revancha, sabiendo que es fútbol y depositando expectativas en la sabiduría y el aura ganadora de Gallardo, mentor de varios noches épicas, incluyendo un triunfo con un arquero que no era tal y sin la posibilidad de hacer cambios. Quedan 90 minutos y está difícil, demasiado difícil, pero el deporte más lindo del mundo siempre deja abierta una puerta para las grandes hazañas. Ojalá que nos toque una de ellas o por lo menos que, tal como ocurrió en 2016, el equipo sea despedido con un reconocimiento por haberlo intentado hasta el último instante.