River y las malas decisiones que se repiten

Gallardo nuevamente cometió varios errores en el armado del equipo y los cambios frente a Boca, sumado a que los jugadores tampoco estuvieron a la altura.

Editoriales10/11/2025Germán BalcarceGermán Balcarce
Gallardo jugadores River Boca Superclásico
River y las malas decisiones que se repiten.(Foto: Getty Images)

El caos futbolístico es total en River. Nadie sabe cuál es el fondo. Es una caída tras otra. No importa si el rival tiene un presupuesto sumamente inferior o futbolistas que son desconocidos para el público en general. El desenlace es el mismo: River pierde o, según el formato de la competencia, termina en una angustiante definición por penales, generalmente derrotado.

Y acá no se trata de pedir la salida de Marcelo Gallardo, aunque es totalmente lógico y razonable que muchos hinchas consideren que el ciclo está cumplido sabiendo que con otro apellido hubiera dejado el cargo hace rato, ni faltarle el respeto, inadmisible por todo lo que le dio a River. Quien escribe estas líneas no va a cambiar jamás el afecto y el respeto por el técnico más importante de la historia del club. Sin embargo, un asunto no invalida el otro: la crítica futbolística es tan necesaria como inevitable.

Las malas decisiones de Gallardo están a la vista. Decisiones que son evidentes y que se pueden ejemplificar: desde el esquema elegido, un inesperado 5-1-3-1, con una línea de cinco bastante nítida para defenderse de un rival que lejos estaba de ser temible y que antes del gol no había provocado ningún tipo de riesgo. A diferencia del planteo que el Muñeco hizo en 2024, cuando Fabricio Bustos y Enzo Díaz realmente cumplieron el rol de carrileros, esta vez Gonzalo Montiel y Marcos Acuña fueron marcadores de punta, más cerca de los tres centrales que de la línea de los mediocampistas.

El armado del equipo en cuanto a nombres hacía ruido antes del partido, pero había que ver la postura de River en la cancha para saber si efectivamente iba a tomar recaudos o la idea era usar las bandas para lastimar. Inofensivo por los costados y limitado a tirar centros intrascendentes para un 9 que no existía, tomando en consideración que Maximiliano Salas jugó como único punta al principio y Sebastián Driussi actuó visiblemente detrás del número 7, River dio pena en la cancha de Boca. Si bien es cierto que el resultado lógico del primer tiempo hubiera sido un 0 a 0 clavado, la capacidad desequilibrante de Exequiel Zeballos fue determinante.

¿Falta de Milton Giménez a Paulo Díaz? Discutible, sobre todo si se toma en consideración que el árbitro Nicolás Ramírez no aplicó el mismo criterio que había usado en acciones previas, pero caer en el arbitraje sería emplear excusas que se derrumban fácilmente al analizar el segundo tiempo. Y en esa etapa las malas decisiones de Gallardo —duele escribir esto con tanta certeza— estuvieron a la vista.

A la sorpresiva elección de poner a Matías Galarza por el lesionado Maximiliano Meza, restándole todavía más poderío técnico al equipo, se le sumó la insólita salida de Lautaro Rivero. Y no porque Rivero estuviera haciendo un partido bárbaro, sino porque cualquier hincha que tiene en la memoria el año de River sabe que la dupla conformada por Lucas Martínez Quarta y Paulo Díaz no funciona. Ni siquiera hace falta describirla con palabras, alcanza con repasar lo ocurrido en la segunda parte del Superclásico.

La ausencia de Juan Fernando Quintero en el once inicial no era sorpresiva tomando en cuenta los antecedentes de Gallardo con el colombiano frente a Boca: apenas una vez como titular sobre siete posibles. Si la idea era tener una carta desequilibrante en el banco de suplentes, sabiendo que el 10 de River no sostiene 90 minutos en el alto rendimiento, es válido. Pero si se tiene en consideración que el fútbol iba a pasar por los pies de Maximiliano Meza, cuya última vez en la alineación se remontaba al 25 de julio ante Inter de Milán, resulta increíble.

Es fútbol, sí. Dos más dos no da cuatro en este deporte que tanta pasión genera. Dicho eso, hay decisiones que son ajenas al presente futbolístico de unos y otros. El medio campo de River no provocaba entusiasmo. Y mucho menos cuando la primera variante obligada era la inclusión de Galarza. ¿Cuál era el plan? No lo sabemos porque Gallardo decidió no hablar. Y él debe dar explicaciones. No al periodismo, sino a los hinchas. Después se pueden compartir o no los argumentos, pero son imprescindibles.

Duele ver así a River. Y duele más porque el responsable es Gallardo, también responsable de las mayores alegrías. Va más allá de los resultados. Sus decisiones son erráticas. Todos los técnicos hacen elecciones que a veces no se entienden. Entre la convicción y el capricho hay una línea extremadamente fina. Acá ni siquiera se puede hablar de unas u otras porque Gallardo no sostiene un once. Aunque es cierto que los rendimientos de los jugadores son una invitación al cambio, como bien dijo hace unas semanas Diego Latorre, para un DT es fundamental establecer qué futbolista es mejor que otro en un determinado puesto.

Hechas las críticas a Gallardo, no pueden quedar exentos los jugadores. Son ellos los que deciden dentro de la cancha. Es injusto meter a todos en la misma bolsa. Aquellos que lograron la gloria en Madrid merecen respeto eterno, pero eso no significa que, salvo excepciones, deban seguir en River durante 2026. No esperen acá una crítica despiadada para quienes levantaron la Copa Libertadores de 2018, pero sí para los que no valoran la camiseta de River. Una postal: 0-2 a los 13 minutos del segundo tiempo, Kevin Castaño y Driussi salieron al trote cuando fueron reemplazados... Busquen las imágenes, pongan la repetición del partido.

¿Más ejemplos? Acuña tiene una técnica digna de la élite, pero de un lateral de River no sólo se esperan centros precisos, sino también desborde. En el caso del campeón del mundo, tiene más peleas y discusiones que desbordes... Castaño y Borja subiendo historias en Instagram en cada momento adverso en lugar de llamarse a silencio y hablar futbolísticamente en la cancha. No entienden el momento, otra muestra del caos reinante de este presente en el que varios jugadores intentan dar lo mejor sin éxito y otros no entienden el valor incalculable que tiene la camiseta de River.

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